Música


Vistas de página en total

viernes, 21 de diciembre de 2007

LA POLIFONÍA NACIONAL: DEL TACHE AL MARIACHI



Por Carlos Valdés Martín


Una acumulación de eventos cotidianos minúsculos ha cambiado radicalmente a nuestra nación mexicana. Una emigración interna, persona por persona y familia por familia, saturó las ciudades y abandonó los campos. Otra migración, la externa, de mojado en mojado, abarrotó barrios en Estados Unidos y desoló pueblos de México. Punto a punto, en asuntos cotidianos, la nación mexicana cambia.

La gota cotidiana como el tache más simple

Con esta lista de detalles podemos indicar que lo cotidiano, como tal vida ordinaria repetida o como cotidianeidad aparentemente intrascendente, se convierte en gota del torrente poderoso. El río toma su rumbo, el símbolo de las transformaciones arrastra a una nación que se estimaba conservadora, y ésta se entronca en el ritmo de las demás naciones. La intrascendencia de los eventos cotidianos, la levedad de acontecimientos sin huella se convierte en algo más. El acto del voto, como una simple cruz en un papel, revela algo así como el recuerdo del grado cero de la escritura, la mímica de una acción preparada hasta para analfabetos. Esto me recuerda que un ejército marcha siempre al ritmo del más lento de sus hombres, así la democracia marcha al ritmo del más primitivo de los actos de voluntad: gesto apto hasta para analfabetas. La tachadura se parece intrascendente, pero se muestra como la fórmula mediante la cual, de manera inédita, en México ocurre una transformación de poder político significativa sin el concurso de la violencia masiva.

El ritmo de las balas definió el cambio nacional (teoría de la revolución)
 Antes cualquier transformación significativa se definió por las balas. Quizá las balas sean tan primitivas como las cruces sobre el papel, pero son un buen sustituto del rencor, porque cuando odio a alguien lo tacho de la lista de las amistades. Una cruz sobre un papel para derribar montañas, para abatir monstruos, para arrinconar prehistorias: esa cruz me recuerda los signos mágicos. Al primitivismo de las balas lo sustituimos con el primitivismo del tache, pero ya es un avance, simplemente por la diferencia entre la vida y la muerte; ahora, con la continuación de la vida están las papeletas tachadas, y con el recuerdo de la muerte están las balas. Hace un siglo las cosas fueron diferentes, porque las papeletas y las balas se cruzaron a medio camino; la historia de Francisco I. Madero es el paso de las papeletas a las balas (de la campaña anti-reeleccionista a la insurrección), de las balas a las papeletas (del derrocamiento de Díaz a la elección presidencial), y finalmente de las papeletas a las balas (el presidente Madero derrocado por golpe de estado de Huerta).
Me agrada lo escandaloso de este contraste: después de un siglo de avances en la tecnología militar, resulta que las papeletas se fortalecieron, hasta ser la punta de lanza del primer cambio pacífico de régimen de gobierno en el siglo XX mexicano. Ciertamente, no constituye una revolución radical, porque la clase dominante permanece inalterada, de una fracción burguesa en el poder se pasa a otra; el sistema capitalista se mantiene inalterado en su naturaleza económica, pero en su naturaleza política se pacifica. Después de siglos, por fin la burguesía mexicana encuentra una fórmula de convivencia parlamentaria, de juego de intereses contrapuestos.

El tache ligero casi inmaterial
 Las papeletas electorales las podemos tomar como una sutileza, como un evento discreto: menos que escribir, casi un acto inmaterial, la expresión de la voluntad en su grado cero. Me seduce la imagen de un acto casi inmaterial (pero colectivo) cambiando la historia, porque el tiempo que dura el tachado (un par de segundos), la brevedad del acto material (recorrer unos pocos centímetros de espacio) y la delgadez material del acto (una fina capa oscura sobre un papel) son un conjunto de eventos cuya contundencia material casi puede desaparecer (actividades como el pulsado de botones o la respiración muestran menos materia que un simple tachado de tinta sobre una papeleta).
El tache sobre la boleta electoral es pequeño y discreto. Además de su tamaño me agrada su silencio, es un movimiento silencioso, concentrado en una intimidad casi pura, de un ciudadano replegado, sin ser molestado ni por miradas curiosas. En especial, es un trazo tan discreto que podría presumirse como un silencio breve, fracción de segundo que dura cada trazo.
Pero es cierto, un acto casi inmaterial, pero rigurosamente colectivo y formal (la trama legal detrás de cada papeleta), cambia la vida política de una nación. La importancia de cruzar papeletas no está en la brevedad del acto material, sino en la compleja organización de un evento de voluntad simultáneo y confluyente, que nos lleva hacia la demostración mínima de la voluntad en un garabato con forma de cruz, el tache.

El lenguaje de la bala
El espíritu de la bala se muestra más directamente contundente que cualquier garabato. Tengo la tentación de decir, que con la bala se terminan las mediaciones, porque el lenguaje de los cañones de escopeta es la brevedad misma y el camino directo. Pero no lo diré, porque es un engaño. Los dueños de las balas tampoco quieren lo que está a su alcance, tampoco aceptan que su designio sea la simple muerte, sino que buscan otras cosas. Digo que los dueños de las balas no son simples asesinos, ansiosos de ensanchar cementerios.
El lenguaje de los que han hablado en el lenguaje de las balas busca otros términos, en especial, adora los términos elevados, tales como la justicia, la libertad, la redención de la patria, la riqueza para el pueblo, el reino de las leyes, etc. Si las balas han emergido para realizar revueltas o revoluciones es porque buscan los motivos justificantes: libertad al pueblo, grandeza nacional...
Sufrimos de una contradicción, la bala termina su suspiro ruidoso, su crudo lenguaje, en un segundo. El lenguaje de sus dueños requiere de arengas y discursos, las famosas proclamas plasmadas en los Planes de Iguala, Ayala o San Luis. Ahí está el lenguaje de los héroes, inspirado y profundo, contrastando con la brevedad de un disparo, de un silbido.

La brevedad de un grito
Por motivos de economía de la imaginación el inicio se convirtió en un grito, se condensa una larga conspiración, la semilla de la rebeldía novohispana, la centenaria decadencia de los borbones en España y otros mil factores en un evento emotivo: un grito. El iniciar de una nueva nación lo identificamos con un grito, como el recién nacido lanza un llanto, y en esa brevedad del aliento, pues no imaginamos sino una larga respiración con ese grito primigenio. Estábamos embelesados con la brevedad de la bala, desapareciendo en el espacio o anidada en un corazón, y ahora nos enfrentamos con una segunda brevedad, la inmediatez del un grito de independencia. ¿Cuánto puede durar un grito? Su duración es la de una respiración, convertida en potencia, en rugido momentáneo. Supongo que son unos segundos la prolongación posible de un grito. Quizá un historiador me corrija indicándome que “el grito” se le denomina a la arenga completa. Acepto la precisión. Por mi lado insisto, en que sinceramente le llamamos “el grito” y se ha convertido en una escena a repetir, donde se lanzan unas pocas palabras y algunas vivas, para tocar la campana y que “grite el pueblo congregado”. En cualquier caso, asumimos la brevedad como destino. Basta esa vociferación rápida y como fulminante para decretar, en una repetición ritual, la escena primera de la imaginación de una nación.
Precisamente lo que atribuimos a Hidalgo no es la entrega de una declaración razonada, ni tomar el consenso democrático para que el pueblo decida, le reconocemos un llamado instantáneo que decreta. Aceptamos que basta el llamado poderoso, como emergiendo del alma, para establecer este “único grito”, asimilable al berrido de quien nace. Este gritar es sobreponer las emociones a los argumentos, es colocar la fuerza de la voz por encima de la razonabilidad de los argumentos. Si esto es puntualmente viable, entonces este grito también revela una estructura esencial del individuo y del grupo humano: la decisión. Admiramos ese grito porque expresa la decisión y eso es emerger a la vida.

La paradoja de la fuerza gritada
Con el evento de Hidalgo sucede como con las avalanchas y otros efectos de repercusión enorme: no es la fuerza individual del evento, pues el empuje de una palabra aislada poco puede, sino que es la fuerza del contexto, dispuesto a “estallar”. Sucede una avalancha al grito y por medio de esa multiplicación de las fuerzas iniciales se desencadenan actos y hasta símbolos. En sentido estricto sabemos que Hidalgo no “proclamó la independencia” ni dijo “viva México”. Por táctica política inició el movimiento luchando por la restauración del trono borbónico de Fernando VII derrocado por los franceses. Por condición socio-histórica no proclamó a México, porque ese gentilicio no se utilizaba en la colonia, sino que apelaban a la novohispanidad, en suma todavía no se forjaba la nación mexicana, así que no podía vitorearla.
Sin preocuparnos de las paradoja a que nos obliga la síntesis de imágenes, merece una estimación que este grito es el primer momento musical de la nación, a integración inicia con un sonido. Ahora bien, el sonido para arrebatar el espacio requiere de un fondo de silencio ¿dónde estaba el gran silencio nacional que recibió este grito inicial?

Una zona del silencio, o me equivoco y es zona de murmullos
Dicen unos investigadores geológicos que la “zona del silencio” la descubrieron en un desierto en la mitad de una nada del país. Ese lugar existe, es una realidad tangible. A cualquiera le parece como una alegoría. ¿Dónde ha estado escondida la zona del silencio de nuestra nación? La procesión de colonia, y opresiones podrían describirse en tales términos. Un pueblo oprimido, al menos en parte, es un pueblo callado. Desde la descripción clásica de Samuel Ramos, podemos aceptar que el “horizonte indígena”, sustento de nuestra nacionalidad, es una región de silencio. Los antropólogos coinciden, es recurrente el silencio entre los pueblos demasiado perseguidos, entre aquéllos que su lengua materna, su habla original, ha sido destruida. Nuestro horizonte indígena sufrió ese enmudecimiento durante la colonia, y si gustamos verlo como una onda continuada de amordazamientos, pues todavía existe. Quizá como la honda en el estanque que pierde fuerza pero gana en extensión, así gana en masa de población.

Ahora bien, estoy cometiendo un error evidente. El enmudecimiento indígena no es verdadero silencio. Entre el indígena y su entorno no hay un estricto silencio, sino un amordazamiento, que convierte una palabra normal en murmullos. El oído casi sordo de la herencia colonial amordaza y convierte en murmullo lo que son palabras y pensamientos. Quizá estés de acuerdo conmigo “los murmullos” desconciertan, crean inquietud, porque son un fenómeno a medio camino entre el ruido y la palabra. En un murmullo la palabra se ha desfigurado, únicamente reconocemos que pro-viene de personas, pero no distinguimos su mensaje. Al ser irreconocible el murmullo provoca inquietud y hasta agresión. El silencio verdadero indica sepulcros, el murmullo verdadero indica las tempestades que vienen. No es casualidad que el descontento indígena haya alimentado tantas rebeliones y revoluciones.

La barrera de las murmuraciones: el idioma extraño
Las murmuraciones resultan imposibles de superar en ocasiones, cuando el oído receptor se ha atrofiado o la boca emisora está baldada. Cuántos chistes ociosos se juegan en torno a los gangosos, a quienes no entendemos, de los murmuradores involuntarios. La psicología afirma que debajo de cada risa existe un temor desplazada. Dentro de la máscara del gangoso nos reímos de la incomunicación, del acallamiento involuntario. El idioma extraño, las hablas desconocidas, convierten a las personas en involuntarios gangosos, entidades privadas de palabra y/o entendimiento.
Resulta suficiente colocar dos idiomas desconocidos en un flojo cotidiano para que el resultado sea un trasfondo como de murmullos. Desconocer lo que esos dicen y piensan, estar condenado a la separación. Eso fue la historia centenaria del indígena y aún no termina para millones. Esta es la frontera interior, que se reproduce en los barrios de las ciudades.

Tentativa de conjuntar silencios y sonidos: la música nacional
En un intento de escapar del ensordecimiento de los murmullos, desde los sacerdotes colonizadores emplearon la música como medio para enlazar las almas y acercar a los indios a Dios, convirtiéndolos en súbditos más adaptados a su medio. Y la magia armónica de la música se mantuvo en las tentativas de formar un sonido adecuado a la nación mexicana. Las cimas están en la realización de un himno nacional, sonoridad precisa que nos coloca como coro, convierte a los enteros compatriotas en cantantes del mismo coro. Esta oferta de sonido simultáneo para la población entera de la nación se contrasta con la creación de la música popular, como un género de identidad nacional. En especial, se aceptó y promulgó que ciertas composiciones campiranas eran la música de la nación. Un capítulo especial merece el mariachi, es la composición híbrida de una música comercial moderna, propuesta en las grandes capitales aparentando que es un sonido del hondo sentimiento campirano popular. En ese caso particular opera una ilusión, bastante común en la forja de los fenómenos nacionales, pero que ha sido escasamente divulgado. Las naciones modernas refuerzan la imagen de su trasfondo tradicional campirano como la materia prima de su mitología fundacional. Los norteamericanos usan al vaquero texano, los suizos al montañista tirolés, los finlandeses al itinerante lapón, y los mexicanos usamos a nuestro campirano típico mestizo e indígena. Este trasfondo campesino popular sirve como una pantalla de proyecciones, y donde se establecen los cánones de lo “auténticamente nacional”, donde esa autenticidad tiene algo de pasado rebasado, por lo tanto posee algo de ilusión, y hasta mezcla de eventos inciertos, como el mariachi mexicano, del cual no se observa su novedad, sino la ilusión de una tradición.

La nación como “casa de cambio”
 Los cambios parecen microscópicos colocados en la esfera cotidiana, pero su acumulación hace la diferencia. Cada vez que una mexicana toma un anticonceptivo y logra una familia pequeña, la nación cambia. Cada vez que circula la banda sin fin de montaje de una maquiladora, la nación mexicana cambia. Cada vez que un indocumentado cruza la frontera del Río Bravo, la nación mexicana cambia. Cada vez que alguien sueña con escapar de un presente opresivo y miserable, la nación mexicana cambia.
En fin, un torrente de cambio por cualquier lado, lo que desearíamos sería aquilatar cuáles son los grandes cambios, las mega-tendencia para obtener el cuadro del país que nos espera, una imagen fotográfica de la nación por venir, esta casa colectiva que está cambiando. Pero este viaje ya fue extenso, no es momento de revelar mega-tendencia, dejemos el futuro bajo el velo de Isis, mientras nos consolamos una sinfonía de mariachis, con un coro de gritos patrios, murmullos de lenguas incomprendidas, taches significativos, en fin… como dijera Rockdrigo, el profeta del nopal, este era “un rancho electrónico donde una rana con sinfónica”.

lunes, 17 de diciembre de 2007

DESALAMBRAR… LA GENEROSIDAD DE VIGLIETTI

Por Carlos Valdés Martín
En español nos encontramos con la generosidad de los verbos extraños. Un verbo tan largo como desenredar hilos, como soltar amarras, como explayarse por la vida, como desarrollar el raciocinio. Verbos tan largos como la actividad que nos prometen, la labor de “desalambrar” parece larga como la distancia sucesiva de sus sílabas armonizadas y dispuesta a soltar algún significado. ¿A qué alambre se refiere este desalambrar? Verbo de inversión, camino de recorrido inverso, luego de una alambrada aparece el “desalambre”. Ciertamente, no aparece como palabra de diccionario, es un verbo inventado por el habla popular o por los cantores, -casi es lo mismo- incluso puede que solamente mereciera un artífice con Viglietti. Pues, aunque la palabra pudo existir antes, en el espacio-tiempo anterior al canto, ya con una canción la palabra queda redefinida, recreada, y termina siendo un término recién nacido. En especial, una rara palabra, tan escasamente usada, el único recurso viable es su aparición estelar sobre el escenario del arte, y por ese conjuro toma un sentido nuevo, magnifica sus dimensiones.
“A desalambrar, a desalambrar/ que la tierra es nuestra, es tuya y de aquél/ de Pedro, María, de Juan y José/” En la canción de Viglietti este verbo contiene una petición de generosidad, realizada en favor de la tierra y las personas. En breves versos denuncia a las alambradas como separaciones entre las tierras y las personas, por eso conviene terminar con tales alambradas. El verbo de la expansión de la tierra, de la finalización de las alambradas se reúne en “desalambrar”. Lanza una petición activa, casi una súplica, una afirmación a ras de existencia.
Aparece una petición, una petición para las manos, para abandonar la pasividad, tomar una acción y establecer una relación con una larga línea. El alambre es una “larga línea” con grado de dureza superior al hilo, pero todavía sumamente dúctil a los designios humanos. El hilo y el alambre se tuercen para seguir la voluntad de su amo, colocándose como signos específico de una voluntad y un destino. Recordemos el “hilo del destino” creado en secreto. El alambre también muestra esa relación lineal, semejante al tiempo, por cuanto convendría también urdir un “alambre del destino” donde se indique la línea de al vida, un poco más resistente que el “hilo de la vida”.
¿De dónde viene esa petición para torcer en sentido inverso los alambres ya instalados? La explicación no resulta tan evidente. De alambres se hacen las cercas de las enormes propiedades rurales de las pampas argentinas y uruguayas. Unas propiedades latifundistas enormes, que se volvieron desproporcionadas y una carga para la existencia de esas regiones, con latifundios tan grandes los latifundistas también se convertían en dueños de las regiones y de las personas. Así, el alambre cercando propiedades se había convertido en el signo del latifundista, el separador de los terrenos. Si el latifundio no justifica una razón auténtica de ser, entonces los alambres deben abatirse, suena la hora de su finalización. Al eliminarse estos bardeados de alambres se reconfigura el campo, se convierte en un nuevo campo, las enormes propiedades, latifundios improductivos.
Entonces el llamamiento a desalambrar resulta una apología para superar la propiedad privada, quizá no toda la propiedad privada, la menos la enorme y escandalosa propiedad territorial. El escándalo moral de los enormes latifundios resulta difícil de adivinar a la distancia, porque solamente quienes han habitado esas vecindades descubren, que los amos de enormes extensiones también adquirían un poder despótico sobre los habitantes, la gente sencilla de esas latitudes. Así, el latifundio implica al latifundista y su despotismo. La voz para desalambrar difunde una apología del campesino sin tierra, de los humildes peones del campo.
Esto no excluye un sentido más extenso, una apología mayor de quienes aspiran a saltar por encima del régimen de la propiedad privada, para ofrecer una sociedad solidaria, ideal esencial del socialismo. El término desalambrar implica desenrollar las posibilidades para saltar barreras visibles o invisibles, para alcanzar la solidaridad con los humildes desheredados sin tierra. Esto implica un proyecto de generosidad, la restitución del acceso a los bienes terrenales para los sin tierra.
El canto ocurre en el pensamiento y el sentimiento. Esta canción inicia “Yo pregunto a los presentes/ si no se han puesto a pensar,/ que la tierra es de nosotros/ y no del que tenga más” El futuro comienza con una pregunta, con una interrogación, el principio del pensamiento. Luego saltar una barrera invisible y fundamental, pasar de “yo” a “nosotros”, como indica la estrofa. La existencia de vínculos sociales se reduce a ese salto entre el pronombre “yo” al pronombre “nosotros”. Este paso implica el salto de una barrera visible u otra invisible. El alambre juega la función de esta barrera, su delgado hilo metálico representa lo visible y los espacios entre los alambres de la alambrada, representan lo invisible, ese espacio vacío donde captamos la esencia de la encrucijada de los seres humano. El salto del “yo” al “nosotros” simplemente está impedido por un cordel metálico, por el alambre. La restitución del nosotros es la creación de la comunidad, en este caso, por vía de la generosidad, del simple gesto de liberarnos de una traba, la alambrada que separa a las personas de las extensiones de tierra.
Al mismo tiempo que el “nosotros” implica una comunidad, no por ello desaparecen las personas individuales, por eso con tino, la canción apela a nombres propios. Una cuarteta de nombres propios, así la tierra de nosotros es “de Pedro, María, de Juan y José” Esta cuarteta, por si fuera poco, posee una reminiscencia enormemente cristiana, como cuatro indicaciones de las principales personas en torno a Cristo. Esta cuaternidad de personas, la suponemos resultado de una casualidad, pero la casualidad también armoniza, y ofrece la interrogante de un centro, de un eje para el cuadrilátero de las personas. En este caso, por vía de las acciones el centro está en el mismo autor, que sin buscarlo deja un espacio para sí mismo, firmemente colocado entre los individuos concretos quienes merecen recuperar la tierra. La generosidad del cantor también implica modestia, únicamente representa una voz que invita a pensar, a sumarse a la reflexión indicando que “la tierra es de nosotros”, el espacio común y vital de los individuos concretos.La generosidad rebasa a una canción, porque con Daniel Vigletti “generosidad” implica el compromiso de una vida, cumple 50 años como cantante desde la oposición, embarcado en la denuncia y a contraflujo de los grandes circuitos comerciales de la música. Sigue soñando son la liberación entera y fraterna de los pueblos americanos, sigue esperando el renacimiento de la estrella sureña del Che Guevara, y creyendo en la pureza de intenciones convertidas en actos nobles. Es la generosidad de una vida completa entregada a regalar canciones honestas, bajo su convicción individual de los tiempos venideros. Mirarlo con sus facciones cansadas y escucharlo con ese timbre personalísmo, mezcla de seriedad y dulzura, deleita el gusto musical durante diciembre de 2007. Jamás antes lo había escuchado en vivo y en sus grabaciones siempre me dio la impresión de un trasfondo triste. En voz presencial revela un fondo de tristeza, representativa de una larga cadena de tragedias sociales de Latinoamérica, e incluso de su pequeño Uruguay, país reducido pero con capacidad para acumular también sufrimientos. Sin embargo, su tristeza se matiza con una dulzura sincera, el bálsamo espontáneo del alma sureña. Esa voz ofrece un espectáculo desconcertante por su mezcla, porque la dulzura posee un tinte de femineidad, un trasfondo de madre cuidando a sus hijos, y emerge con la voz de un hombre viril, fuerte sobre los años transcurridos. La dulzura también es fortaleza, es generosidad, disposición para regalar estrofas y pensamientos, incluso palabras capaces para “desalambrar”.

domingo, 16 de diciembre de 2007

DE LA SUAVE RUEDA Y EL CAMINO PLANO




 

Por Carlos Valdés Martín



Burbujas de cristal plástico flotando por los aires
Empecé cavilando sobre la imperfección de los sistemas autopropulsados, que elevaban a un individuo por los aires, donde su falla radica en la enorme peligrosidad de caída, y me dije que, posiblemente, alcancen su perfeccionamiento rodeando al viajero autopropulsado con una especie de esfera plástica transparente. Esta esfera sería una variedad de llanta absolutizada, que protegería perfectamente durante una autopropulsión aérea. Con esta fantasía desemboco en una imagen extraña y futurista: suponer unas burbujas cristalinas protegiendo a viajeros, que flotan por los aires impulsados por cohetes individuales, que van flotando alegremente entre nubes, y descienden a ritmo de balones, que rebotan suavemente al tocar tierra.

Llantas sorprendentemente suaves…
Convencido de la dificultad para cumplir mi visión futurista, me insuflé de admiración por las simples llantas: una solución asombrosa de dureza y suavidad. La dureza para resistir las asperezas del camino, el piso empedrado, y también la suavidad para no entrar en conflicto con los suelos. Recuerdo que hace años, cuando éramos jóvenes de secundaria, un amigo travieso, se colgó de la ventana lateral de un automóvil a la salida de la escuela. Este muchacho jugaba a correr mientras avanzaba el vehículo, y estando colgado terminó tropezándose y cayó bajo el trayecto lateral del automóvil, por lo que sobre una parte de su cabeza pasó una rueda del automóvil. Las marcas de los neumáticos sobre la mejilla izquierda dieron testimonio indudable del acontecimiento. La caída y el paso del vehículo sobre la mejilla ocurrieron tan rápidos que al levantarse el amigo juraba que no tenía nada, objetaba que no era necesario consultar al doctor. Los adultos gritaban preocupados alrededor del lugar; pero el chico no creía que las huellas de los neumáticos estuvieran sobre su cara, no creía cierto que el vehículo haya rodado las llantas sobre él. El doctor consultado mandó a realizar estudios de laboratorio, pero únicamente limpió la cara del muchacho. Esto me obliga pensar que los neumáticos demuestran suavidad sorprendente, ya que una rueda de metal hubiera aniquilado al joven.

¿Cómo se logra esa mezcla de dureza y suavidad de las llantas? Por la unión de un material resistente y flexible como el caucho (inicialmente) con la compresión del gas atmosférico. El secreto de la mezcla radica en las cualidades del gas atrapado, que absorbe las presiones exteriores, los golpes y otras variaciones, amortiguando el contacto con el medio ambiente.

Adaptadas al plano…
Ciertamente la rueda es un gran invento, posiblitador de los transportes terrestres, y es el resultado de la combinación de dos tipos de movimiento: el giratorio con el avance lineal. Es la conversión de un movimiento rotatorio en lineal y viceversa, que embonados en un implemento mecánico permite facilitar el transporte. Las llantas de caucho son las sucesoras exitosas de las antiguas ruedas de materiales rígidos, que sufrían una vida accidentada por el tipo de caminos, ya que las ruedas de madera sufren rudos golpes con las irregularidades del camino y se llegan a romper con las piedras y baches. Ahora bien, las ruedas requieren de caminos básicamente planos y esto exige de caminos intencionados, creados por la ingeniería de los caminos.

Veredas y caminos
Las veredas iniciales fueron las generadas por el simple caminar, esa repetición que desbroza hierbas y define un sendero. Estos senderos son efecto natural del paso de animales y humanos, no son una obra deliberada. En algún punto de inflexión se requirieron caminos. Los romanos se reconocieron como los grandes creadores de caminos, iniciando por la Vía Apia, alabada como la primera gran obra de este tipo. Desde ese arranque el camino deja de ser una vereda creada por el mismo caminante, ahora es una construcción planificada, donde se toman el cuenta las características del suelo, para reforzarlo y hasta terminarlo en piedras, para que no se deteriore con el curso del tiempo, especialmente con las lluvias.
Quizá hubo caminos anteriores, pero los romanos entendieron la importancia de construir caminos para erigir un imperio, y los caminos convergentes en Roma fueron las venas del Imperio. Estos caminos son grandes obras, exigentes de enormes esfuerzos, casi siempre obras del Estado, que concentran recursos y personas para aplanar suficientemente el suelo, recubriéndolo de los materiales adecuados.

Imanes del flujo
Una vez instalados los caminos son invitaciones al viaje, vías predeterminadas para que unas personas y sus bienes se muevan. Una vez establecidos los caminos queda trazado el metabolismo de intercambio de bienes. El camino es la invitación y el “vehículo” plano, para que se monten las ruedas y sus propietarios, para cumplir sus destinos. Antes del trazado de los caminos, los campos ofrecen itinerarios inciertos, y después, con los caminos, las rutas ya son ciertas. Cuando crece una red de caminos como un sistema de venas y las posibilidades de comunicación se amplían, el flujo puede ser variado e intermitente. De cualquier manera, el camino es una invitación al viaje, al movimiento entre los núcleos humanos, basta que el dispositivo de ruedas se coloque sobre la superficie plana del camino para que armonice una complicidad entre dos formas de movimiento. El movimiento circular empujando a un movimiento lineal: del girar en las ruedas y el avanzar de los vehículos.

Las burbujas de cristal por los aires flotan exclusivamente en la imaginación, dentro del presente giran las eficientes ruedas moviéndonos, desplazándonos, hacia cualquier parte, con la condición de que exista un camino transitable…

Fotografia con Rosario Ibarra


Hemos disfrutado de una velada maravillosa, escuchando a Daniel Viglietti, ha sido una agradable sorpresa encontrarnos con la bella Rosario Ibarra.

INICIO: EL PRIMER DIA DEL RESTO DE LA VIDA

Este y cada día es el primero de nuestra vida. Por eso es un recién nacido, es un niño en mitad del ancho universo.
Agradecemos tu comunicación, tu disposición a leer aunque sea una línea.
Este inicio también es el tuyo.
Si miras tus pies, firme sobre el camino, el espacio es pequeño, y si miras hacia adelate, alcanzar el horizonte y miras un espacio (quizá) infinto. Espero que eso te emocione, aunque sea un poco. A nosotros también nos emociona.
Dice un cuento, que un maestro oriental sumergió la cabeza de su alumno bajo el agua. Su alumno se agitaba con desesperación. Cuando salió del agua, el alumno tomó una bocanada de aire con deseperación. Entonces el maestro le preguntó: "¿cuando estabas sumergido y sin poder respirar, en qué pensabas?" El alumno le respondió: "solamente pensaba en tomar aire" Y el maestro le respondió: "cuando busques la sabiduría con esa intensidad la obtendrás".
Nos preguntamos ¿qué buscamos a partir de este el primer día del resto de nuestra vida?

Cada quien tiene su respuesta. La tuya será la mejor.

Bienvenido al viaje

Carlos y Lucía